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La rectoría del Dr. Gil Colunje, 1875-79

Notas de los internos del Colegio del Rosario en el primer semestre de 1876, con gran lujo caligráfico.

La rectoría del destacado político y educador panameño quedó marcada por los cambios legislativos y por la Guerra de las Escuelas.

En nuestra nota anterior, esbozamos la biografía del Dr. Colunje, deshaciendo las dudas sobre su formación rosarista[1] y señalando su vinculación temprana a la causa liberal. Señalamos que ya se le había llamado a la Consiliatura del Rosario en los años 1872-73. El Gobierno del Dr. Santiago Pérez le nombró director general de Instrucción Pública y, antes de un año en el empleo, fue elegido rector del Rosario. La elección tuvo lugar, según era costumbre, el dieciocho de diciembre de 1874. El periodo se iniciaba, no obstante, el primero de enero siguiente.

Escrutinio de elecciones para formar la terna de rector, 18-12-1874. Los tres primeros obtuvieron la mayoría relativa y fueron electos.
Escrutinio de elecciones para formar la terna de rector, 18-12-1874. Los tres primeros obtuvieron la mayoría relativa y fueron electos.

 

Un incidente llamativo. Los colegiales Pedro Antonio Molina y Diego Fernando Asencio[2] solicitaron del patrono la nulidad de las elecciones, alegando que no se había tenido en cuenta la mayoría de electores, sino la voluntad del rector Álvarez; que uno de los electores no tenía legítimo derecho y que el suplente del Dr. Colunje[3] no fue llamado a votar, como tampoco el Dr. Eduardo Casas, procurador interno.

El exrector Álvarez se quejó ante las autoridades del Colegio, por cuanto los hechos invocados eran “altamente falsos i calumniosos contra mí como Rector” y, extensivamente, contra todo el cuerpo electoral[4]. El Dr. Manuel Angarita, consiliario segundo, había sido comisionado para examinar el asunto y, en su concepto y luego de examinar los documentos, informó que nadie hizo reclamación alguna en los días de elección, que ellas se verificaron en completa libertad y que la colegiatura del joven Uldarico Scarpetta fue proveída por la Consiliatura y no por el rector, luego era colegial formal en pleno derecho. Por otra parte, el procurador interno no gozaba de beca y, entonces, no era elector; que ante la excusa del Dr. Colunje, la Consiliatura “no tuvo a bien llamar al respectivo suplente”.

Por la falsedad en que habían incurrido los colegiales, el Dr. Angarita conceptuaba que debían perder la calidad de hijos del Colegio, aplicándoles la Constitución 9.a del Título II[5].

 

Guerra.

En los dos primeros años de su rectorado, el Dr. Colunje fue asimismo catedrático de Ciencia constitucional y de Derecho civil cundinamarqués. Los documentos no sugieren ningún hecho notable hasta que se presentó, de nuevo, la guerra. Un párrafo de don Miguel Antonio Caro pinta claramente el ambiente de confrontación (de la capilla, ver al final):

De algún tiempo a esta parte (1875) la capilla permanece cerrada. Es verdad que rezar rosarios y oír misas cuando se enseñaba en las clases el sensualismo, era una contradicción y parecía como una red para atraer incautos. Hoy hay más franqueza, pero no por eso jurídicamente, la falta de voluntad del fundador es menos censurable en esa parte. (...) Ninguno de los catedráticos presta hoy el juramento ordenado por las Constituciones y muchos de ellos no sólo van contra las doctrinas teológicas de Santo Tomás, sino que atacan los dogmas de la Iglesia y enseñan lo que la Iglesia condena. Por estas muestras convendrá con nosotros el señor Bunch en que, puesta a un lado la cuestión filosófica y en el terreno puramente jurídico, las enseñanzas benthamistas en el Colegio de Nuestra Señora del Rosario son una violación criminosa de la voluntad del piadoso y munífico fundador, presentando desde luego una antítesis chocante con el título mismo del establecimiento[6].

Primer número de El Mochuelo, con la caricatura del general Camargo y el texto del Decreto n. 470 de 1877 (7 de agosto), que daba fin a la guerra. Biblioteca virtual – Banco de la República.
Primer número de El Mochuelo, con la caricatura del general Camargo y el texto del Decreto n. 470 de 1877 (7 de agosto), que daba fin a la guerra. Biblioteca virtual – Banco de la República.

 

Las actas de Consiliatura dan cuenta de la situación política del país. En la sesión del veintiséis de diciembre de 1876, se aprobó la restitución (devolución) de pensiones a los internos que se retiraron del Colegio, en vista de que “la situacion de guerra del pais hizo precisa la clausura de las tareas escolares del Establecimiento”[7]. Hubo normalidad académica por lo menos hasta julio, en vista de los exámenes semianuales, celebrados entre el doce y el diecinueve[8].

En el alegato de sueldos de rector y vicerrector durante la guerra, se dice: “desde el 16 de agosto, en que se declararon suspendidas las enseñanzas, o desde que en el establecimiento no hubo yá colejial alguno?”, lo cual se verificó el primero de diciembre, de acuerdo con los comprobantes de gastos de alimentación[9]. La sesión de Consiliatura de veintidós de agosto facultaba al rector para suspender tareas escolares, encargarse de los internos mientras no lo hicieran sus acudientes y retomar las actividades del Colegio, cuando lo creyera oportuno. La coyuntura parecía darse “con ocasion de los arreglos de paz” posteriores a la batalla de Garrapata[10] (19-22 de noviembre). El rector, por su parte, se ausentó de la capital entre el dieciséis de diciembre y el veintiuno de marzo de 1877, “por un llamamiento que me hizo el señor Presidente de la República para el desempeño de una comision importante i urjente en la costa atlántica i la ciudad de Panamá, relacionada con la guerra”. Durante este tiempo, extendió poder a Carlos Vallarino, su hermano político, para cobrar y pagar a nombre del Colegio[11].

Notas de los internos del Colegio del Rosario en el primer semestre de 1876, con gran lujo caligráfico.
Notas de los internos del Colegio del Rosario en el primer semestre de 1876, con gran lujo caligráfico.

 

El Dr. Emilio Hamon, consiliario tercero, examinado unas glosas a las cuentas de 1876, refirió así la situación del Claustro:

Durante la guerra, el edificio del Colejio se destinó por el Gobierno para cuartel, i por mucha que fuese la moralidad de la tropa, no podia confiarse en la sola presencia del Jefe para evitar que se destruyera o sufriera muchos deterioros, como en efecto los sufrió. El cuidado del edificio estaba a cargo del señor Vicerector[12].

Estas son las referencias que, por el momento, acopiamos sobre el inicio de la revolución. La documentación sobre el fin de la confrontación es, por ahora, la siguiente: Santos Acosta, a nombre del Gobierno nacional, resolvió devolver el edificio del Colegio, el quince de junio de 1877, en virtud de solicitud de su rector[13]. Una carta, fecha en 24 de octubre de 1877, solicita al Dr. Colunje una plaza de interno y, de ser posible, la designación de pasante, todo por “la circunstancia de haber perdido en la revolucion en su mayor parte, los recursos con que contara hoi para sustentarse por su propia cuenta”[14].

Alusión a la guerra en el informe del Dr. Hamon, consiliario del Rosario.
Alusión a la guerra en el informe del Dr. Hamon, consiliario del Rosario.

 

Golpe legal.

El periodo rectoral duraba tres años y, por tanto, hubo que llamar a elecciones el dieciocho de diciembre de 1877. Empataron Gil Colunje y Francisco Eustaquio Álvarez, con siete votos; Manuel Jaramillo obtuvo cinco. Los tres mencionados formaron la terna para rector[15].

Si el primer periodo del Dr. Colunje sufrió la perturbación de una guerra, el segundo quedó trunco por una innovación legislativa. En virtud de la Ley 6.a de 29 de noviembre de 1879, se reformaron las Constituciones del Rosario, en el sentido de que los empleos de rector y vicerrector serían de libre nombramiento y remoción del gobernador del Estado, quien ejercería el patronato. Dicho funcionario decidió separar del puesto al Dr. Colunje, nombrando para rector al Dr. Januario Salgar. El Senado, en sesión de catorce de mayo de 1880, declaró nula la citada Ley. En este punto, opinaba el Dr. Salgar que debía restituirse el Colegio al estado anterior a la aplicación de la anulada Ley, es decir, que el rectorado correspondía al Dr. Colunje. Las actas no registraron la reacción del ilustre panameño, pero finalmente el Dr. Salgar abandonó el puesto, remplazado por el Dr. Manuel Ezequiel Corrales[16]. Todavía en junio, el Dr. Nicolás Esguerra, como consiliario segundo, se oponía al nombramiento de Corrales y se negaba a acudir a las sesiones de Consiliatura.

En coyuntura tan particular, se le ofrecieron al Dr. Cojunje en 1880 las cátedras de Ciencia y Derecho constitucional, y de Derecho civil español. El Dr. Colunje, naturalmente, se excusó de aceptar los nombramientos del último año y el libro de Actas deja notar el malestar existente. La Consiliatura, “cediendo con pena a la fuerza de los motivos en que él se funda (...) i mui particularmente a la manera como él mismo estima las circunstancias en que se encuentra con relacion al Colejio”, admitió la excusa “sintiendo, desde luego, ver privado por este motivo al instituto de un colaborador de tan eminentes dotes”[17].

 

Desmantelación de la capilla.

En el artículo “La fachada del Colegio del Rosario”, publicado en el Papel Periódico Ilustrado en 1884, se hace un notorio cargo al rector liberal:

La iglesia, que es de sencilla construcción, tenía altar mayor, en el cual se veneraba á la Patrona del Colegio en la imagen que para el mismo labraron las reales manos de D. Margarita de Austria[18], y que era conocida generalmente con el nombre de La Bordadita, hasta el año de 1878, en que siendo Rector del Colegio el doctor D. Gil Colunje y, seguramente por haberse hecho algunas variaciones á las Constituciones, se resolvió demoler el altar, vender los vasos sagrados, campanas y demás enseres del culto, y destinar el local de la iglesia á otros usos distintos de aquél para que había sido consagrado por voluntad del Ilustrísimo fundador[19].

No hay constancia documental, por ahora, de cambios en las Constituciones o de modificaciones en la capilla para el año de 1878. Algo semejante denunciaba el señor Caro, en la extensa cita que copiamos, ubicando el cierre hacia 1875 (“de algún tiempo a esta parte”).

El punto es muy complicado y, aunque dos fuentes lo sugieren, no podemos afirmar que en la rectoría del Dr. Colunje dejó de funcionar la capilla. Luego, sí se sucedieron hechos que indican el cambio de funcionamiento:

Está documentada la entrega de alhajas de la capilla del Dr. Corrales al síndico, Dr. Saturnino Lara, el dieciséis de diciembre de 1880. Hecho llamativo, pero no extraordinario, de no ser porque dos días después se presentó un proyecto de Acuerdo para vender dichas alhajas: “Autorizase al señor Síndico del Colejio del Rosario, para que venda las alhajas correspondientes a la antigua capilla del mismo, por haberse destinado esta para funciones que nada tienen de relijiosas i carecer aquellas por consiguiente de aplicacion”[20].

En vista de estos hechos, ocurridos en diciembre de 1880, se entiende perfectamente el texto del Decreto n. 165 de 1881 (7 de marzo), que mandaba lo siguiente:

Art. 5º El local que antiguamente servia de capilla en el Colegio de Nuestra Señora del Rosario, recibirá las mejoras necesarias, a fin de que pueda servir para los trabajos de estudio y aun para los conciertos públicos que se proponga dar la Sociedad musical de Santa Cecilia, establecida en esta ciudad[21].

Como se ve, queda mucho por aclarar de este interesante punto.

 


[1] Los testimonios en que se apoya su formación rosarista son el suyo propio y el de sus contemporáneos, además de una publicación en la Gaceta Oficial, 1853. La razón del vacío documental puede ser el haber cursado en épocas en que el Rosario dependió de la Universidad Central o del Primer Distrito, lo que abre la posibilidad de que haya registros en otros archivos homólogos.

[2] Diego F. Asencio figura en la lista de alumnos del Rosario en 1870, en el número 96, con catorce años. AHUR, caja 47 f. 112v. La conducta y aplicación de Asencio iba en franco declive; en los exámenes, pasó de “aprobado con plenitud” a no presentarlos. AHUR, caja 55 ff. 119r-v.

[3] El Dr. Colunje se hallaba en Villeta, “por haber perdido la esperanza de restablecer en esta capital su salud quebrantada”. AHUR, caja 55 f. 118v. Eduardo Casas no era colegial, sino alumno externo.

[4] La queja del Dr. Álvarez tiene fecha quince de enero de 1875. AHUR, caja 55 ff. 117-20.

[5] AHUR, vol. 132 ff. 86-88v. La Constitución citada atribute a la Consiliatura el castigo de las faltas de los colegiales, inclusive quitarles la beca.

[6] El Colegio del Rosario. El Tradicionista, 4(449), 3-12-1875. Citado por Ortiz, Á. (2003). Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. 1890-1930. Bogotá: Universidad del Rosario.

[7] AHUR, vol. 132 f. 131v. En nuestra entrada Liberales, periodistas y rosaristas, comentamos el contexto político de esta agitada década de 1870. Cf. además Hernández, J. (2025). La guerra por la educación en Colombia.

[8] Rejistro de las clases de política en los exámenes intermedios de 1876. Rectorado del Sr. Dr. Jil Colunje. Consejo 4.o. AHUR, caja 57- ff. 8-13. ‘Semianual’ aparece como sinónimo de ‘intermedio’.

[9] Según las fuentes aducidas por el Dr. Fernando Mayorga, el cese de actividades escolares se produjo entre el 22 de agosto de 76 y el 1 de febrero de 78, no obstante que las hostilidades habían cesado en abril de 1877. Téngase en cuenta, no obstante, que el Decreto de fin de la guerra se produjo en agosto. Mayorga, F. (2010). El Estado y el Colegio del Rosario en el siglo XIX: una historia de luces y sombras. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario.

[10] En donde participó y salió herido el consiliario tercero, Dr. Juan Manuel Rudas. AHUR, caja 57 f. 141r. Suspendidas las tareas escolares en agosto, llama la atención que el Dr. Arrieta se excusara de acudir como examinador, el veintiséis de noviembre, por causa de una votación en la Asamblea del Estado. Parece, pues, que algunas actividades seguían, tanto en el Colegio como en el Legislativo. AHUR, caja 57 f. 326.

[11] La salida del Dr. Colunje fue intempestiva, pues se le dieron veinticuatro horas” para prepararme i ponerme en camino (...). Por una casual circunstancia, hubo de estenderse a veinticuatro horas más”. AHUR, caja 57 ff. 137r-138r, 139r-v. La Imprenta de La Luz tuvo por antecedente la Imprenta de Colunje i Vallarino, establecida en 1881 y vendida al grupo liberal de Rafael Núñez, en 1884. Cf. Noriega, M. (2023). Curso de contabilidad mercantil, oficial y militar. Bogotá: Universidad Externado de Colombia.

[12] AHUR, caja 57 ff. 140-42, específicamente 140r.

[13] AHUR, caja 59 f. 9. La primera reunión de Consiliatura de 1877 se celebró el veinticinco de marzo, sobre proyecto de presupuesto. AHUR, vol. 132 f. 136r.

[14] Solicitud de Pedro José Sarmiento a favor del joven Deogracias Medina. AHUR, caja 58 ff. 291r-v. Medina hizo “la campaña de Occidente”, ib. f. 293r; “prestó importantes servicios en la contienda pasada”, ib. f. 295r; Medina actuó en Garrapata, exponiendo “la vida en favor de las instituciones i del partido liberal”, ib. f. 297r-v; Medina había sufrido pérdida “en sus intereses i la de su único hermano”, ib. f. 301d. Deogracias Medina sí estuvo matriculado en cursos básicos, en 1867; solicitó la beca del Rosario, en un documento sin fecha, posterior a la guerra. AHUR, caja 59 f. 4.

[15] AHUR, vol. 133 ff. 2r-v.

[16] La última acta firmada por el Dr. Colunje, lleva fecha treinta de enero de 1880. El Dr. Salgar reunió por primera vez la Consiliatura el nueve de febrero de 1880, en compañía del gobernador y patrono, general Wenceslao Ibáñez. Por última vez, el veinte de mayo. Corrales, a su vez, inauguró su periodo el dieciséis de junio. AHUR, vol. 170 ff. 190-93; vol. 133. f. 63r; 72-75v.

[17] No fue el único en excusarse: Manuel Ancízar y Francisco Eustaquio Álvarez tampoco aceptaron; Santiago Pérez solo se hizo cargo de una cátedra. El caso de Álvarez deja ver una divergencia ideológica del catedrático con la institución, es decir, con la incipiente Regeneración. AHUR, vol. 133 ff. 65-66v.

[19] Herrán, P. (1884). La fachada del Colegio del Rosario. Papel Periódico Ilustrado, 3(71), 383.

[20] AHUR, vol. 158 f. 13v.

[21] Colombia. Ministerio de Instrucción Pública. (1881). Anales de la instrucción pública en los Estados Unidos de Colombia, 2(7), 13-14.